Entre un texto y el lector crece una relación que no necesariamente es aquella que existió entre el autor y el texto. Es individual, única. La historia, aparte de conectarnos con ella, ya sea por la época en que ocurre la trama, o por los personajes que se presenten, nos traerá recuerdos y planteamientos diferentes a cada lector; moldeados por nuestras experiencias personales. En ocasiones esos pensamientos no guardan una relación directa con la historia. Nenísimas, novela premiada por el Instituto de Cultura Puertorriqueña, de la escritora puertorriqueña Tere Dávila, es un texto que me ha provocado esa reacción.
La novela gira alrededor de dos amigas que se conocen desde la adolescencia y comparten desde entonces hasta cerca de los cincuenta. La voz madura de Adriana nos va contando la relación de amigas, utilizando recuerdos como puntadas dentro de su vida actual. Una fuga de pensamientos que zigzaguea entre el pasado y el presente, convirtiendo la novela en una lectura rápida cuyo estilo narrativo se asemeja a las series de Netflix. En cada próximo episodio nos enteramos de algo nuevo y al final lo sabremos todo.
La novela comienza en los 80 dentro de Limelight, una iglesia neogótica en Nueva York, convertida en discoteca. Es el lugar de moda para la gente chic. Las amigas, ya universitarias, Adriana y Cine, han llegado allí por Miguel. A partir de esa escena la novela nos deja ver el arte de la época y la música que permea en el escenario de la relación que sostendrán ambas chicas con un cuarentón, a quien apodan amito blanco, y su sobrino, Karim, un artista. Un mundo de excesos se abre ante Adriana dentro de la relación que mantiene con Julián, (amito blanco). Un mundo de cocaína como si fuera un entremés, de exhibir la riqueza y vivir con plena libertad. Sin embargo, una noche de sexo entre cuerpos, homo y heterosexual provoca el rompimiento de la relación con Julián, a quien no vuelve a ver.
Es entonces cuando Adriana se concentra en sus estudios. Termina. Trabaja. Continúa en comunicación con Cine, quien se ha ido de viaje por años. El tiempo pasa. Conoce a Víctor, se enamora y se casa. Tienen un niño. La pasión se calma y el tedio arropa la relación. Cine esta allí para escucharla. Cine esta allí, viviendo de la herencia de sus padres, con un nuevo enamorado que podría ser su hijo: Antoine, un DJ.
Adriana quiere continuar las tradiciones, a pesar de la relación decadente. Una de esas es la fiesta de cumpleaños de su esposo. Antoine la va a ayudar. Es el retorno de viejas sensaciones en una piel envejecida. Una batalla inútil. Julián reaparece en los diarios. El mecenas millonario está envuelto en un escándalo. Sin embargo, le importa muy poco pues organiza una fiesta de disfraces en Casablanca. Antoine va a trabajar en la fiesta y Cine convence a Adriana para que asista. Se encontrarán todos, Adriana, Víctor, Cine, Antoine y Julián, en ese escenario. ¿Acaso la autora pretendía enseñarnos el teatro de la vida? No lo sabemos. Veremos drama, comedia y tragedia. Como resultado, dos amigas se distancian y un amor se desvanece
Es precisamente la relación de amistad que existe entre las amigas la que me trajo al pensamiento una realidad actual, que escucho todos los días: la soledad de nuestra población envejecida. La mayoría estableció una relación con su esposa, u esposo, concentrados en criar los hijos sin pensar que algún día estos se irían. No consideraron los caprichos de la muerte, ni la casa vacía. Algunos, posiblemente establecieron relaciones superficiales de reuniones y fiestas, solo para presumir. Se les olvidó alimentar la conexión con aquellos amigos y amigas que siempre estarán ahí en las risas y en las lágrimas, para celebrar o para conversar. Se les olvidó que los amigos y amigas son seres imperfectos, que evolucionan con los años y habrá que tolerar y perdonar en algún momento para poder seguir queriéndolos para siempre; para no tener que decir: No sé qué viene ahora.