Mariposas Negras, de Ana María Fuster Lavin, viajó conmigo. Este libro fue mi compañero de avión y de tren mientras viajaba. No pude haber escogido mejor.
Mariposas negras es un poema en novela, ¿o acaso será una novela en poesía? Como quiera que sea es uno de los textos más humanos y filosóficos que he leído. Está escrita para provocar al lector, para retarlo a descubrir la realidad detrás de los sueños, de la locura, de los pensamientos. Y lo hace de una forma tan lírica y sensible que no nos molesta cuando nos confunde. Ante cada línea esperamos ese reto de la escritora a pensar más allá de la historia. Como cuando nos dice: Las guerras difícilmente terminan, solo se transforman.
Mariana, la protagonista, es la voz principal de la novela. La que sale de la vida a los sueños, a la locura, mientras deshila el manto de su historia. Paralela a ella conocemos la historia de la madre, un tanto para justificar la conducta de la hija. Nuestras acciones tienen consecuencias sobre nuestros hijos y a veces será tarde para repararlas. Vemos a la niña crecer, recibir castigo, confiar, ser abusada, tener pocos amigos y refugiarse en la poesía y en otro mundo en que las mariposas negras la protegen como si fueran súper héroes que no permitirán que sea lastimada. La vemos querer, amar y desear; viviendo la confusión de lo permitido versus lo sancionado. Siempre refugiándose en la poesía.
Vence la química sobre el amor y sufriremos con ella. Hay mucho dolor en esta novela, que es mitigado por la inmensa belleza de la narración.