Esta es la primera novela de una periodista exitosa, Ana Teresa Toro, publicada por la editorial, “la secta de los perros”. Está escrita en varias voces, desde la primera hasta la tercera, y abarca la historia de tres generaciones de mujeres, todas marcadas por el agua. A lo largo de la narración Ana Teresa sostiene un tono reflexivo en donde el agua es el vehículo de proyección de ideas.

La vida parece haber marcado a estas tres mujeres a los amores de abandono que dejan semilla. La historia comienza con la imagen de un barco de crucero que sale de la bahía y da pie para introducirnos al estado de pensamiento en que nos quiere la escritora cuando nos señala que: El agua lo demora todo. […] Flotar es una forma de la calma que no todo el mundo entiende. En esta introducción Micaela, la nieta de esta historia nos presenta la disertación alrededor de los cruceros mientras nos permite conocer a Rafael; mas, cuando señala que ella se “inventa a los hombres” nos preguntamos si este hombre existe. 

Luego conoceremos a Alicia, la abuela, quien marchó hacia Nueva York buscando convertirse en una modista de renombre y terminó en los brazos de Marcelo, un marino mercante, que la preña. De esa barriga sale Luz. Ambas vienen a vivir en el Viejo San Juan en un apartamento de la familia de Marcelo. Desde la ventana de ese apartamento se ve la bahía, los barcos que van y viene. Luz se enamora de otro marino que llega a la isla en la Regata del 92 y de esa relación nace Marcela. Abuela y madre ambas se enamoraron de hombres ligados al mar y quedan a la espera del marinero. 

Es el agua en todas sus manifestaciones desde la lluvia hasta el mar el que dicta la vida de estas mujeres. Es la responsable de limpiarlas si llueve con fuerza y es la responsable de calmarlas si se flota sobre ella o les ofrece un arrullo. Es puente de comienzo y de finales. Hay que respetarla porque “es el agua la que manda y que esquivarla no es fácil”. Y ese carácter de dominio viene también desde arriba porque se llueve a escupitajos y las nubes te agreden a gotarrones. Sin embargo, toda la fortaleza del agua se pierde cuando se adentra hacia el ser. Y es entonces cuando se nos presenta que Marcela es “materia sólida”. Ella misma ha rechazado ser “líquida”: Porque los cuerpos de agua pesan pero no se pueden agarrar, se te evaporan encima y te inundan a veces, te atragantan y se van como marea de caprichos. Los odio.

Micaela no se enamora de un hombre ligado al mar, pero llegará a cubrir su cuota, como le dice su abuelo. 

 

 

 

Implementado por
Manny Alvarado