Te cuento, Soraya,
desde el universo las Pléyades lanzaron destellos de luz
y en una tina viva se formó una perla,
para ser mujer,
para ser princesa,
para ser tú.

Los vientos te formaron con belleza y gracia,
el cielo alimentó tu intelecto
y el sol incrustó brillo a tus ojos
y bordó estrellas sobre tu piel.

Mas cierto día, y sin aviso,
llegó la palabra a cubrirte de mentira,
a martillarte dentro de la tierra
en aquella sábana Persa, inmensa,
que desparrama su blancura por las calles y las casas de Kupahyeh.

La infamia alimentó una justicia injusta,
barbarie imposible de aceptar en nuestros tiempos,
y la mano de la bestia se prestó a lapidar tu cuerpo,
a destruir “la princesa”, “la rica”.
Mas el ónix, amarró el odio del mármol y el travertino
y te ha llevado a otros espacios de luz,
de vuelta a “ Las siete hermanas”,
muy lejos de la mancha roja que dejaste sobre la arena blanca.

En tu nombre, Thurayya, las flores del desierto nos convirtieron en voces
y las voces gritaron y siguen gritando,
que no exista injuria que pueda lastimar una mujer,
que no exista dueño sobre una mujer,
porque somos todas,
perlas nacidas de una tina viva,
solitarias, brillantes, únicas.

Implementado por
Manny Alvarado